domingo, 22 de septiembre de 2013

Professor Buenro - Día de tutoría


 - A ver, ¿cuál sería la mayor putada que podría pasaros?
 - ¡Cagarte en clase!
 - Piensa un  poco más a lo grande Josh.
 - Quedarte paralítico. Eh, no te ofendas Wheels.
 - ¡Cabrón!
 - Chicos -llamó al orden alargando la i- No es mala idea. A ver ¿qué sentiríais si os quedarais paralíticos?
Levanta la mano.
 - Tú no, Wheels, que ya lo sabes. Tú piensa que te quedas tetrapléjico.
 - Entonces no sentiría nada.
 - De cuello para abajo no, buena respuesta. Pero me refería a nivel psíquico.
 - ¡Ah! Pues no sé. Sería una putada.
 -  Eso es, ¿pero qué haríais?
 - ¡Suicidarme! -dijo uno.
 - Llorar -otro.
 - Subirme a un campanario y hacer de francotirador.
 - No puedes, idiota, no puedes subir escaleras.
 - ¡Joder, es verdad!
 - Yo aprovecharía para construir una silla de ruedas motocross.
 - Mira, eso es una buena idea.
 - ¿Te gusta, profe?
 - Si, Johnny. ¿Veis chicos? Eso es lo que se llama resiliencia.
 - ¡Ja! ¡Eso es lo que me pasa cuando viene a casa mi prima!
 - No Curtis, eso es endogamia. Y además chunga, que tu prima es bastante fea.
Risasmil. Curtis enrojece y odia al profe. Buen rollo para algunos, piensa. Será perro...
 - La resiliencia es la capacidad para afrontar situaciones adversas.
 - ¿Y eso cómo se practica? -preguntó Big mac desde el fondo del aula.
 - Podría practicarse, pero yo tengo una solución mucho más sencilla.


martes, 17 de septiembre de 2013

Manos


Le gustaba dibujar manos, generalmente en posturas y escorzos. Decía que lo más expresivo de un cuerpo eran sus manos, acaso superado por los ojos. Los ojos y sus elementos que lo orbitan, a ver, que un iris sin pupila, sin pestañas, no es más que un mundo fractal -líneas como palabras en el rumor de un río. Y nada menos.

A veces las manos las dibujaba con guantes, o agarrando algo, o posando en el aire; con profusos detalles o ninguno.

La mano cuenta la historia de su dueño. El desgaste, el cuidado, estrés en las uñas, señales de viejas heridas. El callo de escribir o el callo de tocar la guitarra. Líneas, vello, venas. Hasta las muñecas pueden decir chismes con sus relojes y pulseras. O con las cicatrices del suicidio. Como las suyas, perpendiculares, fallidas, claro, si no, no habría más historia.

Recordaba al psiquiatra de la institución, con sus aires de hombre que merece respeto, tras esa dichosa prueba proyectiva. ¿Roschard se llamaba? No, no era esa, pero se parecía.

Le pidieron dibujar a una persona y de ahí interpretaron características y patologías varias. Su fijación con las manos indicaba, a todas luces, una manía masturbatoria, lo que implicó, todo fuera por su bien, unos humillantes guantes que le impedían asir nada.

No podía agarrar su miembro, pero tampoco el lápiz, así que, al sentirse inútil intentándolo con los dientes, dejó de dibujar.

Todos los dibujos, que antes bosquejaba en cualquier material disponible se atascaron dentro, dentro de la cabeza, justo detrás del ojo.

Aprendió a ver el dibujo antes de dibujarlo y rellenaba las paredes a vistazos con ingentes bocetos y pinturas. Llegó a un lugar en el que ya no sólo dibujaba con la imaginación sino que la escuchaba y la sentía y hablaba con ella largas horas.

Debido a los cambios de conducta -se volvió introvertido en su totalidad- y a lo prolongado de la terapia, el psiquiatra optó por suprimir los guantes antimasturbatorios esperando una eclosión de actividad, una redirección de los estímulos hacia afuera.

Pero la terapia no había pasado silbando, sino que había horadado el camino, dejando una visible señal.

Otra vez sin guantes quiso coger el lápiz para dibujar. Ya no sólo pensaba en manos, sino en todos los objetos que pululan por esa zona de detrás del ojo.

Pero, otra vez el pero, sus hábiles manos no eran capaces de recrear apenas lo que veía en su cabeza. Se miraba a los dedos como sintiéndolos extraños, extranjeros, puros desconocidos.

Entonces su imaginación se desdobló y le miró desde fuera, con ojos de cordero, sintiendo infinita lástima de sí.

Pudo quitar el tornillo de un sacapuntas. Quitó después la hoja oscurecida por el hollín. Trazó sendos tajos, dos surcos verticales a lo largo de cada antebrazo. Y de allí brotó la sangre. Líquida y en partes viscosa, fluía, como la vida que da. Huía, como la vida que quitaba.

Se apoyó en una ventana que daba al patio, encarándolo, mientras los ojos de verdad se iban apagando al poco. Un hilo de rojo bermejo recorrió el marco de la ventana y cayó, goteando, en la tierra de la parte exterior.

Allí murió, con sus heridas rotas, con su mente anclada en la imaginación y su sangre en el gres y su sangre en la tierra, gritando sincera por su libertad.


lunes, 16 de septiembre de 2013

Ítaca - Cavafis' cover


Cuando emprendas tu viaje a la isla de Ítaca
-cuando comprendas el viaje-
debes rogar que sea largo,
lleno de peripecias, repleto de experiencias.

No has de temer a lestrigones ni cíclopes 
que tales monstruos nunca hallarás en tu ruta
mientras tu pensamiento sea limpio y elevado
y des a la emoción su parte en el trayecto.

Los lestrigones y los cíclopes
no podrán encontrarte
si no los llevas dentro, en el alma,
si tú no los conjuras contra ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a los puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados
y comprar las bellas mercancías
y probar los exóticos manjares
y escuchar tranquilamente los silencios.

Acude a las ciudades y a los puertos
para aprender y conversar con quienes saben,
fraternizar con sus gentes y observar
que son tu espejo en los miedos y dichas.

Conserva siempre la idea de Ítaca,
llegar allí, ese es tu destino.
Mas no hagas con prisa el trayecto,
mejor será que dure muchos años.

Y que llegues viejo y rico del fruto del camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca ya te concedió el hermoso viaje;
sin su búsqueda jamás hubieras partido.

Mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado:
siendo tan viejo y sabio ya habrás comprendido
que significan realmente las Ítacas.




Versión del poema homónimo de Constantino Cavafis


domingo, 15 de septiembre de 2013

Cabalga la serpiente


Cuando las cosas no son como se antojan:
cabalga la serpiente.

Cuando se sobreviene la bajona,
cuando la zapatilla aprieta y roza,
cuando la música resulta para otro,
cuando el amor es un espejo roto:
cabalga la serpiente.

Cuando el triste escondido muestre el rostro,
cuando los minotauros te encuentren en su hogar,
cuando pierdas el hilo, el avión o los nervios:
cabalga la serpiente.

Cabalga la serpiente,
escapa del mal sueño,
que la vida es una -y es salvaje-
y tú eres su jinete.

sábado, 14 de septiembre de 2013

ebrio dbevida


I

 - ¿Volabas, decias?
 - Es una cuestión de ánimo.
 - ¿Ánimo?
 - Puede ser la soledad cósmica o la comunión mística -sólo o acompañado- donde la energía sale de las puntas de los dedos como rayos y los ojos apenas enfocan pero ven, ven todo nítido -demasiado nítido-, pero tan a gusto que no apetece tirar del cordel que sujeta la máscara.
 >> Digo que es la comunión y la soledad -la felicidad puede ser sin ser compartida-, al menos unos minutos.
 >> Que la felicidad también es sentirse absolutamente tú y entonces ya poder ser aire -o bailar- a ráfagas o a cientoveinte pulsos por minuto.
 >> No me importa el corazón porque el mundo está fuera. Y mucho más que afuera está dentro, bajo los parietales.
 >> Llámame loco, pero a veces sé, sé, porque todo está claro. Eclosionaron los huevos del nido y habitan ahora los pájaros en mi cabeza.
 >> Déjame ser -de hecho no me importa lo que opines- porque estoy siendo.
 - Pero, no te entiendo -dijo el otro-. Pareces loco. O borracho.
 - Y ¿por qué no? ¿Acaso resta verdad a lo que está sucediendo?  ¿O a lo que estoy sintiendo? ¿No podría ser una verdad efímera?
 - Me asustas.
 - No tengas miedo. Cuando lo sientas, comprenderás. Y puede que hasta des gracias a que te desbrozaron el camino.
 >>Hablaba de sentimientos y verdades. ¿Recuerdas la clásica exaltación de la amistad?
 - Sí.
 - Y por qué no exaltar la vida, esa que a veces nos cuesta tanto.
 - Si es que no te sigo.
 - Entonces no intentes comprender. Alójalo en tu corazón -puedes llamarlo memoria, no me importa- y puede que vuelvas a ello en otro día.
 - De acuerdo -dice poco convencido.
 - No hay mejor momento que la claridad -de la locura- para alguien que teme y que duda, para quien desvanece y se evapora.
 - ¿Lloras?
 - Eso dicen las lágrimas de mis ojos
 - ¿Y dónde está esa verdad?
 - No existe. Y estuvo siempre aquí.
 - Eso no tiene sentido.
 - Lo tiene cuando piensas que somos volubles y cambiantes, que seremos diferentes si se daña alguna parte del cerebro, si se anula o distorsiona. Ayer, ahora, dentro de un rato. Cuando se apaga la razón, que no todo es cordura.
 - ¿Ahora quién eres?
 - ¡Ahora soy dios!


II

Todo lo que sube, baja. Todo tiende al punto de máximo desorden. Todo lo que te regala, te lo quita -entre otras cosas, poque habita en el mundo de lo que no existe.
Generalmente pierdes más, porque cegado por la euforia se pierden las cosas y a veces se caen y se rompen o se esfuman.


III

¿Es el amor una locura llena de falsos regalos? ¿Llena de regalos irreales? ¿De lo magnífico, endiosado, ascendente, que apenas terrenal?


IV

¿Cómo combinar la realidad con la euforia? ¿Es que no hay euforia real? ¿Dónde está? ¿Qué necesita?


V

Euforia real puede ser.
Puede ser.
PUEDE SER.
Ahí está, a punto -en tu mano- de ser descubierta.


lunes, 9 de septiembre de 2013

Circunferencias


Así como Fabiene deseaba tener una barriga porque le haría más hermosa, Ariane la tenía. Una barriga compacta con un perfil de arco, trazado con un compás, que jugaba con sus otros círculos e iba ganando. Ella, amiga y aliada de Pi, en la más curiosa y perfecta concepción del término, bailaba con sus sonrisas -otra vez arcos que retaban las rectas- el agua. Removía el agua y creaba torbellinos y la sala, extenuada por los giros y virajes, esperaba su cese para irremediablemente ansiar de regreso su vuelta.




Escribir no es más que...


Escribir no es más que hablar. Con lo bueno y lo malo de ser impersonal, distante y diferido. No se puede interactuar, por lo que no hay opción de matizar o redirigir el mensaje, pero gracias a dios por no interactuar: el discurso es el de uno y no hay posibilidad de perderse, desorientarse o navegar.
Al ser impersonal se pierde la prosodia. Se pierde y se gana: la pone el lector. También pone el lector los significados a veces creciendo infinito el texto gracias a sus propias vivencias, talento, emoción, errores al interpretar, sinergias. El lector elige, normalmente sin saberlo, la solución ante la ambigüedad.
Entonces escribir no es solamente escribir sino también es leer, es la lectura del otro (primeramente la propia del autor).
Gracias lector por leer, interpretar y elegir tu mejor solución de mis palabras.

martes, 3 de septiembre de 2013

Horóscopo


Buscó la última página y allí el horóscopo:
"Acuario: debes cuidar tus relaciones amorosas."
Una sonrisa de soslayo: obvio:
cuidar por si va mal y cuidar más,
por si va bien.


*que lo obvio no siempre es fácil ni siempre tan obvio
  que se puede estar ciego a lo visible 
 (que lo obvio a  la razón, quizá es oscuro a la emoción)