—¡Coño! —a su madre—, trae el puto coche ya.
La madre mira al suelo. Su amiga también, se evade y se escabulle calle abajo. La madre, impertérrita por la costumbre, sin ira, siquiera se muestra avergonzada.
—Ya voy cariño.
A todo esto suena un sonido seco, algo se ha roto. Es mi esperanza contra el suelo, viven monstruos.
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Los telespectadores callan, los ceños se fruncen, el semáforo está otra vez ámbar. A todo esto resuena un estallido seco. Es mi esperanza que se ha caído y roto.
Y es pasto de la ratas. Y se acercan los monstruos.
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