sábado, 19 de febrero de 2011

SOBRE EL ARTE, EL ARTISTA Y LA RIDICULEZ (una mirada a través de Zucco)

Advertencia de spoiler:
Este post disecciona desde mi punto de vista el tercer corto que compone la película Balnearios de Mariano Llinás. Recomiendo encarecidamente su visionado, mejor antes que después del texto. Has sido advertido  : )


Ok. Entonces escoges seguir leyendo. ¿Qué te parece ver el corto para que compartamos lenguaje? Mejor en un ratito sosegado en casa, pues dura unos 25 minutos. Aquí tienes los vídeos:






Bien ¿qué te ha parecido? A mí me abofeteó el rostro. Pero veamos un poco por qué:

Lo primero que me llama la atención es lo pronto que el doctor Zucco se convierte en un esperpento para el espectador. Pronto se hace obvia la absurdez de su discurso, queda patente su falta de talento (aún con algunos destellos de gracia), mientras que él se proclama un genio y una figura. Entonces nuestra mirada se torna suficiencia. Lo vemos como un loco incapaz de ver la realidad que sucede. Y nos produce ternura. O compasión. La compasión del que no da la talla. Aparece como un payaso involuntario y parece que el filme se va a cebar con él.

Yo no sé si este Zucco es real o ficctio. Un tanto pueril en cualquier caso. Pero uno de sus poemas me llegó de forma intensa cuando lo escuché en su contexto del filme. Lo transcribo:

Yo que soy un artesano
de lagunas y de ríos
sé distinguir del gentío
a los que son mis hermanos.
En invierno o en verano,
con lluvia o con lindo día,
allí donde alguien se ría
tendrá en mí a un compañero,
pues para mí lo primero
es vivir con alegría.


El hecho de que me removiera me hizo pensar que Zucco y yo no somos tan diferentes. Algunos textos que escribo, que me encantan durante más de unos días (aunque a veces sólo horas o minutos) podrían ser como el de Zucco. Muchos sin duda, incluso no alcanzan. Entonces llega el titubeo. ¿Dónde estoy yo? ¿Acaso seré un Zucco? ¿Y por qué no?

Llinás, el director, que nos ha embaucado por la senda de la petulancia, se da cuenta de esto, y da un paso más: compara con ironía aparente al doctor Zucco con los grandes artistas del pasado. La acidez es palpable, pero la reflexión es real. ¿Quién sabe si en otro entorno, con otras circunstancias, este Zucco hubiera sido un genio?

Yo pienso que Zucco es generoso. Regala su arte y se expone a todas nuestras miradas y lenguas perversas. Customiza su entorno y, quién sabe, tal vez enriquece a sus gentes, de tan escasa cultura más allá del campo.

Llinás nos muestra una obra que, en su conjunto y ligada a su autor, es grande, interesante y válida. Un personaje que es grotesco, pero es puro. Es loco, pero está adaptado, integrado en un contexto que es poco cuerdo también. Y así mirado ¿quién puede seguir creyéndose sobre un poyete, a un palmo por encima del doctor? La obra no será valiosa, pero el hombre la disfruta, su comunidad lo venera, tiene amigos por todas partes y no siente vacíos. No siente ninguna duda.

Sin el juicio que nos surge institivo, Zucco es un hombre realizado. Y entonces, ¿qué más da pues ser ridículo?



Chiste necesario:
 - ¿Qué es el arte?




 - ¡Morirte de frío!

No hay comentarios:

Publicar un comentario