Yo siempre me creí un ser extraño y retorcido
y luego lo conté
y tantos otros me dijeron
que se creían extraños y moluscos
y que olíamos a podrido de sal.
Yo siempre creí que más que estaba
yo era triste
y luego lo conté
y tantos me dijeron que tampoco
y tantos que también.
Entonces pensé es absurdo
no concederse caer cuando te estás cayendo:
el piso está lleno de dientes mellados
de rastros de sangre de otros
de cadáveres.
Entonces
decidí que caer no era el problema
puse las manos como los saltimbanquis
y rodé el pavimento como los bichos bola.
Entonces
sentí la gravedad
que era más leve que todas las palabras
y comencé a flotar.
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